28 septiembre 2018

Las Batuecas y sus ermitas.




Ermita de la Santísima Trinidad, siglo XVII. Las Batuecas

    En esta publicación vamos a dar un paseo por los emeritorios del valle de Las Batuecas  situados dentro de lo que desde hace siglos se llama la Cerca Grande del Monasterio Santo Desierto de San José de las Batuecas.


Ermita de la Santísima Trinidad, siglo XVII. Las Batuecas


Las Batuecas y su valle desde la ermita de la Santísima Trinidad
 


 En ella vamos a ir descubriendo poco a poco estas viejas construcciones desperdigadas por el paisaje que rodea al valle, abandonadas casi todas, algunas mantenidas a la espera del paso del tiempo y otras realmente destruidas pero todas, eso sí, en enclaves realmente espectaculares. En ellas nos podemos imaginar la vida eremita y sencilla de sus pobladores.


Ermita de San Juan Bautista, siglo XVII. Las Batuecas
 
  Los valles y sus arroyos, la vegetación de cipreses, pinos, madroños, jarales, encinas, alcornoques, acebos, durillos, alisos, hiedras, arraclanes, tejos .... nos harán de guía para acceder a estos magníficos miradores que han permanecido con el paso de los siglos inermes ante los devenires de su núcleo central que es el monasterio. Han sido testigos directos del paso de los asombrados caminantes y de la vida faunística de este inigualable entorno.


Ermita de San Juan Bautista, siglo XVII. Las Batuecas
 

Panorámica del valle de Las Batuecas desde la ermita de San Juan Bautista


 Y si la flora nos sorprende, la fauna le da aún más vida y sentido a este territorio. Cabras montesas, corzos, jabalíes, nutrias, buitres, alimoches, águilas, pinzones, petirrojos, chochines, peces, ranas, lagartos y lagartijas, abejas, mariposas, libélulas ...... todo un sin fin de vida que nos espera  en este bello bosque mediterráneo.


Ermita de San Francisco de Asís, siglo XVII (año 1602). Las Batuecas
   
   También nos quedan las grandes moles rocosas que sobresalen por encima de ese verde intenso de los valles con su respectivos arroyos y su agua rompiendo el silencio entre las piedras, sus humedades y colores para formar un todo. Tonos grises, ocres, amarillos contrarrestan y hacen destacar en el conjunto las ermitas con sus plantas cuadradas y rectangulares, su espadaña silenciosa miran al valle y sus puertas y ventanas abiertas al mundo mostrando su interior austero, simple pero nunca lúgubre y oscuro. Y siempre dominado por el río Batuecas que sirve de aposento a todo ese fluir de biodiversidad.


Ermita de San Onofre, siglo XVII. Las Batuecas
 
 Unas mejor y otras peor permanecen vivas sobre el terreno. Cada una mostrando su debilidad ante la erosión y la climatología. Sanas, heridas, moribundas y muertas, cada una en su estado, siempre nos van a mostrar algún detalle más propio de la imaginación que de la objetividad del presente. Son piedras ordenadas en el mundo de un caos organizado.


Ermita de San Elías, siglo XVII. Las Batuecas
 
 La espiritualidad religiosa se hace patente y al igual que sus cipreses se pierden mirando al cielo azul de Las Batuecas. Sus fieles guardianes han sido siempre testigos de la oración y el silencio. Y ahora con el paso de los siglos, ese silencio se muestra ante nuestra mirada como un deseo que se pierde profundamente entre valles y arroyos.


Ermita de San Antonio Abad, siglo XVII. Las Batuecas

      Los miradores naturales te cautivan y te obligan a parar y pensar, a presenciar el paisaje desde la tranquilidad. Poco a poco van pasando ante ti esos nombres que dan vida a estos cuatro muros, nombres siempre relacionados con la vida monástica y religiosa, la santidad y la vida eremita, la paz interior y la oración cuyo sentido se le escapa a quien la religiosidad no le ha hecho mella en el alma.

Ermita de San Antonio Abad, siglo XVII. Las Batuecas
   
Y así pasarán ante nosotros los nombres de San Juan Bautista, San Antonio Adad, Santísima Trinidad, San Elías, San Francisco de Asís, San Onofre, San Hilarión, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, La Encarnación, San Joaquín, Virgen del Carmen, Santísimo Sacramento, Santa Tecla .... todos ellos formando un conjunto de vidas espirituales que le dan sentido a la institución monástica y curiosidad del que pisa estas sendas y veredas.


Vistas del Monasterio del Santo Desierto de San José de Las Batuecas y su valle desde la ermita de San Antonio Abad



Continuará ..............................

3 comentarios:

  1. Sin lugar a dudas, estos lugares tienen un encanto especial,al menos para los que somos de tierras extremeños,gracias por las fotos.

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    1. Así es ..... siempre ha formado parte de nuestra tierra. Saludos y gracias por el comentario.

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  2. Preciosa e interesantes estas ermitas.El paisaje espectacular.Una maravilla!!

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